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El tigre de un narco detenido lleva años en libertad en los bosques de Colombia, devorando el ganado

Junto a las mansiones con grifería de plata, las camionetas de gigantes ruedas y vidrios oscuros y las cadenas de oro, las mujeres voluptuosas y las camisas abiertas prácticamente hasta el ombligo, una de las costumbres más exuberantes de la cultura narcotraficante colombiana es el zoológico: todo capo que se precie debe tener uno.

Interpretan, al parecer, que poseer elefantes africanos, hipopótamos del Serengeti o camellos importados de algún remoto país asiático es un signo de poder. Se da por sentado que el más grande y nutrido fue el que mandó hacer Pablo Escobar en la hacienda Nápoles, a unos 200 kilómetros de Medellín, y desde entonces se ha tenido habitualmente noticia --en esta segunda generación de narcos-- de cómo se las gastan los imitadores.

Lo último que se supo tiene que ver con el zoológico privado de Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño, uno de los jefes del cártel del Norte del Valle hasta que fue detenido en el 2004. La noticia es esta: su tigre de Bengala anda suelto.

Los testimonios que se escuchan en Obando y La Victoria, dos poblaciones del Valle del Cauca (suroeste del país), hablan de un tigre de unos dos metros de largo que desde hace eso, cinco años, campa a sus anchas por los bosques de la región, devorando el ganado de las fincas de la zona e incluso, en una ocasión, comiéndose un caballo de paso fino de 300 kilos.

Los campesinos están más o menos convencidos de que se trata del tigre asiático de Rasguño, entre otras cosas porque ninguno de los felinos de la región (jaguares y leopardos) tiene la fuerza necesaria para arrastrar 300 kilos varios cientos de metros hasta una cueva. Que fue lo que ocurrió. Del corpulento caballo solo encontraron el esqueleto.

Cuando un capo con zoológico es detenido o abatido, las autoridades no tienen más remedio que hacerse cargo de los animales (la hacienda Nápoles, por ejemplo, es ahora el parque temático Nápoles, con los mismos animales de Escobar y la réplica del avión en el que hizo su primer transporte de droga, solo que ahora suele estar lleno de familias con niños).

Pero parece, según informó hace días la revista Semana, que cuando Rasguño fue asesinado alguien simplemente dejó en libertad al animal antes de que las autoridades tomaran posesión de sus fincas. Lo cual no sería demasiado raro. Los colombianos han recordado un episodio similar ocurrido hace unos años, cuando tres hipopótamos se fugaron de Nápoles y acabaron en el río Magdalena, donde las autoridades tuvieron que desplegar un rimbombante operativo para capturarlos. Son cosas que ocurren.

Peligrosamente cerca
Solo que una cosa es un hipopótamo y otra muy distinta un depredador hambriento, y en Obando, La Victoria y otras poblaciones cercanas (Sevilla, Bugalagrande y Ansermanuevo), la gente está empezando a tener miedo. Y no solo por sus vacas. Los últimos ataques del tigre han tenido lugar a una distancia alarmantemente pequeña del casco urbano de Obando, y desde hace un mes el ayuntamiento ha prohibido las caminatas ecológicas por los alrededores.

No solo eso: la Corporación Autónoma del Valle (CAV), responsable del manejo y la protección de la fauna, ha puesto en marcha una operación, primero, para identificar al felino, y segundo, para tratar de capturarlo.

Los técnicos de la CAV han instalado plataformas de vigilancia en lo alto de los árboles y han establecido turnos de guardia de seis de la tarde a seis de la mañana, que es cuando el tigre suele cometer sus fechorías. Su teoría es que no es uno, sino que son varios felinos, pero de momento, y ya llevan dos semanas, no han conseguido nada. El tigre de Rasguño salió mañoso. Como su dueño.

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